lunes, octubre 29, 2007

Eugene Cordero, meteorólogo

"Debemos saber el gasto en energía de nuestra dieta"

EL PAIS- País Vasco
El cambio climático fue ayer el asunto central de una jornada en Leioa organizada por la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco (UPV). La conferencia fue impartida por Eugene Cordero (Hollywood, 1965), profesor del Departamento de Meteorología de la Universidad de San José (California). Cordero es un experto en el campo de la dinámica de la estratosfera, y coautor de un libro de próxima publicación titulado The global warming diet (La dieta del calentamiento global).

Pregunta. ¿Cuál es la relación entre alimentación y cambio climático?

Respuesta. El gasto energético que genera no sólo el acto de cocinar, sino la producción y transporte de alimentos. Se estima que hasta un 25% de la energía producida en el mundo corresponde a la agricultura. Las verduras y frutas requieren de maquinaria y regadío, y la carne supone un gasto energético todavía mucho mayor, porque hay que criar y alimentar al ganado.

P. ¿Qué hábitos alimentarios recomienda?

R. Mi objetivo es que el consumidor sea consciente del gasto de energía que conlleva su dieta. No sugiero necesariamente una dieta vegetariana, sino hacerse preguntas a la hora de comprar: ¿qué gasto ha supuesto producir este alimento? ¿es un producto de temporada? ¿se cultiva en mi país? La procedencia es muy importante, porque el transporte de alimentos es el responsable de buena parte de emisiones.

P. ¿En qué medida puede la ciudadanía combatir el cambio climático con sus hábitos?

R. Podemos reducir el 70% y el 80% de las emisiones cambiándolos. Modificar la dieta eliminaría un 10%. Tenemos la percepción de que sólo contaminamos viajando y gastando energía en casa, y culpamos del resto a las fábricas. Pero somos nosotros los responsables finales, porque consumimos lo que las fábricas producen. No estoy sugiriendo dejar de comprar, sino decidir cómo hacer un buen uso de nuestro dinero. Otras medidas necesarias son las relacionadas con el transporte -comprar coches eficientes o limitar el uso del transporte aéreo-, diseñar ciudades en las que no haya que desplazarse tanto, hogares más eficientes, y apostar por la energía solar.

P. Aún hay quien cuestiona que el cambio climático se deba a la contaminación.

R. No hay discusión sobre que la Tierra se está calentando. En cuanto a la causa, los modelos meteorológicos que nos permiten predecir cómo será el clima en el futuro evidencian que se debe a la acción humana. Si quitamos de la predicción la variable de la contaminación que generamos, el escenario no tiene nada que ver. El último informe del IPCC

[Panel Intergubernamental del Cambio Climático, organismo vinculado a Naciones Unidas] deja claro que hay un impacto evidente provocado por la actividad humana.

P. ¿Son los fenómenos extremos como el huracán Katrina o las olas de calor consecuencia del calentamiento?

R. Los fenómenos extremos van a aumentar debido al cambio climático. Es difícil afirmar que un fenómeno concreto como el Katrina es consecuencia de él, pero sí se puede hablar de una fuerte tendencia. Las tormentas tropicales, unidas a la subida del nivel del mar, arrasarán en unos cincuenta años zonas bajas, como las pequeñas islas del Pacífico y el Índico, y países como Bangladesh.

P. ¿Implantando energías alternativas limpias estamos a tiempo de frenar el proceso?

R. Sí, aunque vamos a necesitar un gran liderazgo mundial para llevar a cabo esa transición energética. No creo en la energía nuclear, porque reciclar los residuos radioactivos que genera exigirá mucho gasto. Atrapar CO2 de la atmósfera me parece una tecnología prometedora, y la energía solar y la eólica jugarán un papel esencial. Pero hay que incidir sobre todo en el ahorro y la eficiencia energética.

P. ¿Cómo se puede propiciar que las instituciones ejerzan ese liderazgo?

R. Tenemos que demostrar que el cambio climático nos preocupa como tema clave que afecta también al hambre y la pobreza. Porque los desastres naturales se ceban siempre con los países más pobres y los colectivos más pobres de cada país. El Katrina es un buen ejemplo: murieron quienes no tenían coche para huir. Hay que exigir un buen etiquetado en el que figure la procedencia y el gasto que ha supuesto producir el producto, para que el consumidor pueda decidir. El gobierno también debería fijar impuestos más altos sobre productos menos sostenibles.